Comentario de “La
Fiesta de Los Caníbales”
De Laboratorio La
Extranjera
Dirección: Josefina
Camus
Por
María Betania González
Tuve dos oportunidades de
presenciar La Fiesta de los Caníbales, una de ellas en escenario frontal y la
segunda a modo de recorrido donde los espectadores seguíamos la acción de los
intérpretes a través del centro cultural La Casa Rodante.
En el primer caso el espectador
gana protección y formalismo en su observación. Recuerdo de esa oportunidad, de
su ritmo y dramaturgia, la sensación frecuente de abandono de una acción que se
reemplaza rápidamente por una nueva dificultando la lectura del acontecer y
reclamando fijarse en otros detalles. En el segundo caso, los espectadores
podíamos decidir la distancia de observación, se exponía entonces nuestro grado
de timidez, curiosidad, voyerismo e implicancia voluntaria.
En ambos casos se descubre la
lubricidad como relato estético, donde la idea de antropofagia más que un hecho
de instinto de supervivencia, misticismo o espiritualidad, se ve connotada de
un éxtasis corporal que logra prescindir de lo sexual, pero que aún así es
entregada por fascinación del cuerpo. Se visten y se desvisten, se cubren y se
descubren, entre prendas, entre aberturas, entre sí, se muerden, suenan sus
voces, se mueven por goce, se hurgan, se desquitan, se arriesgan, se agitan, se
agotan; siempre oponiéndose a cualquier danza cuya interpretación y discurso se
plantee desde la templanza de lo intelectual o de una casta belleza que durante
tanto tiempo parece haber sido propia de la danza.
Tras el compartir experiencias
con otros espectadores, pareció no ser primeramente cautivador el enfrentarnos
a una experiencia escénica que ofrece el delirio como agasajo para su
audiencia, de algún u otro modo este montaje nos pidió desprendernos de juicios
estéticos y de modos coherentes de relatar, para así lograr empatizar con la
enajenación corporal, en esta sociedad donde la única enajenación avalada es la
del consumo.
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