05 diciembre 2012


Comentario de “La Fiesta de Los Caníbales”
De Laboratorio La Extranjera
Dirección: Josefina Camus

Por María Betania González

Tuve dos oportunidades de presenciar La Fiesta de los Caníbales, una de ellas en escenario frontal y la segunda a modo de recorrido donde los espectadores seguíamos la acción de los intérpretes a través del centro cultural La Casa Rodante.
En el primer caso el espectador gana protección y formalismo en su observación. Recuerdo de esa oportunidad, de su ritmo y dramaturgia, la sensación frecuente de abandono de una acción que se reemplaza rápidamente por una nueva dificultando la lectura del acontecer y reclamando fijarse en otros detalles. En el segundo caso, los espectadores podíamos decidir la distancia de observación, se exponía entonces nuestro grado de timidez, curiosidad, voyerismo e implicancia voluntaria.
En ambos casos se descubre la lubricidad como relato estético, donde la idea de antropofagia más que un hecho de instinto de supervivencia, misticismo o espiritualidad, se ve connotada de un éxtasis corporal que logra prescindir de lo sexual, pero que aún así es entregada por fascinación del cuerpo. Se visten y se desvisten, se cubren y se descubren, entre prendas, entre aberturas, entre sí, se muerden, suenan sus voces, se mueven por goce, se hurgan, se desquitan, se arriesgan, se agitan, se agotan; siempre oponiéndose a cualquier danza cuya interpretación y discurso se plantee desde la templanza de lo intelectual o de una casta belleza que durante tanto tiempo parece haber sido propia de la danza.
Tras el compartir experiencias con otros espectadores, pareció no ser primeramente cautivador el enfrentarnos a una experiencia escénica que ofrece el delirio como agasajo para su audiencia, de algún u otro modo este montaje nos pidió desprendernos de juicios estéticos y de modos coherentes de relatar, para así lograr empatizar con la enajenación corporal, en esta sociedad donde la única enajenación avalada es la del consumo.

Ver publicación en El Ciudadano

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